Luxación de rótula
Las luxaciones de rótula, junto con la rotura
del ligamento cruzado, son las patologías más frecuentes de la rodilla y las
que intervendremos con más frecuencia en la clínica de pequeños animales.
Generalmente se suele afirmar que las luxaciones
laterales son más frecuentes en perros pequeños, mientras que las luxaciones mediales son más frecuentes en perros de razas grandes.
Aunque en las luxaciones rotulianas se
concentra la atención en la posición de la rótula, el problema es mucho más
amplio e implica la cadera y fémur proximal,
la rótula y el fémur distal y
la curvatura y posición de la tibia, de modo que en algunos pacientes la
luxación de rótula es un problema de aplomos mucho más amplio, tal y como puede
apreciarse en la imagen siguiente.
Dentro de las luxaciones de rótula hay cuatro
grados, según la facilidad con que la rótula se desplaza y vuelve al surco del
fémur, y también según la rotación de la tibia respecto al fémur.
Grados de luxación de rótula:
• I: Luxación intermitente. Permite la luxación
manual, pero vuelve a su posición al liberar la tensión.
• II: Luxación más frecuente. Permite la luxación
manual y queda luxada hasta la extensión del miembro o la maniobra opuesta.
• III: Luxación permanente. La rótula está luxada
permanentemente, y no vuelve a su posición. Hay una desviación de la tibia
entre 30-60º. No reducible
• IV: Luxación permanente. La rótula está luxada permanentemente
Desviación de la tibia entre 60-90º. No reducible.
En las luxaciones de grados I y
II puede hacerse tratamiento conservador mediante control del peso, ejercicio
moderado y antiinflamatorios, pero en los grados III y IV sólo es posible el
tratamiento mediante cirugía. En caso de no realizarse la intervención, la inestabilidad
articular generará artrosis que irá progresivamente dañando la articulación, limitando el rango articular, produciendo
dolor y mermando la calidad de vida del paciente.
El caso que nos ocupa en esta
ocasión es referente a un Bulldog Francés con luxación medial de rótula de
grado II-III en su rodilla izquierda.
Comenzamos con las primeras
radiografías de control. Esta es la vista ventrodorsal:
Aunque hay una evidente torsión
en las angulaciones de fémur y tibia, típicas de este tipo de razas,
inicialmente no es un grado excesivo. También se aprecia una pérdida de masa
muscular en la extremidad afectada, y
además hay otra curiosidad pues si nos fijamos en el sacro de este
paciente, hay una anomalía ósea muy llamativa, es como si tuviese una
hemivértebra soldada al sacro, curiosamente está en la extremidad sana, y no le está
causando ningún tipo de sintomatología.
Veamos ahora la vista medio lateral
de la rodilla afectada:
Observamos que no hay demasiada
artrosis, es todavía un paciente joven, y proponemos la cirugía para mejorar la
funcionalidad de la extremidad, y limitar el avance de la artrosis, que siempre
se produce si no se hace cirugía correctora.
Comenzamos la cirugía con un
abordaje lateral a la articulación de la rodilla para comprobar la profundidad
del surco, que suele ser escasa, y planificar los primeros cortes:
Como podemos ver en la imagen
anterior, el labio medial del surco femoral es mucho menos marcado que el
lateral, favoreciendo la luxación medial de la rótula, por lo tanto trataremos de profundizar ese surco mediante dos cortes en cuña:
Aunque estoy elevando la cuña con
un osteotomo, las osteotomías se hicieron con una sierra oscilante. Una
vez realizados los cortes hay que rebajar y profundizar el surco, para
luego reinsertar la cuña extraída, pero
ya más profundamente.
Ahora ya tenemos un nuevo surco
en el fémur, más profundo, donde la rótula encajará mejor y será más difícil
que pueda volver a luxarse.
Pero además, como expuse
anteriormente, la tibia está rotada, por lo tanto debemos realinear la cresta
tibial, de modo que hacemos una osteotomía y desplazamos lateralmente la cresta
tibial, tal y como puede verse en la siguiente imagen:
Lógicamente, una vez logrado este
desplazamiento, hay que fijar el fragmento en esa nueva posición mediante dos
agujas de Kirschner y un cerclaje en ocho que asegure la posición.
Tras lo cual sólo nos falta
cerrar por capas la articulación, comprobando una vez más que la rótula queda
perfectamente situada en el surco del fémur, y no puede desplazarse.
Para reforzar aún más, puede
hacerse una superposición del retináculo, ó de la fascia lata, e incluso en
algunos casos pueden ser útiles suturas antirrotacionales, pero todas las
medidas aplicables sobre los tejidos blandos no son útiles por si solas y sólo
funcionarán como complemento de las osteotomías.
Una vez terminada la
intervención, haremos las radiografías de control para comprobar que todo está
correcto. En primer lugar la vista antero posterior:
Y luego la vista medio lateral,
que nos permite observar con más detalle la osteotomía realizada para lograr la
transposición de la cresta tibial.
Tras la intervención, aplicaremos
antibióticos y antiinflamatorios durante un tiempo prudencial, a la vez que
restringimos temporalmente la actividad del paciente, para permitir cicatrizar
y osificar las osteotomías, antes de que el animal pueda volver a realizar
actividad física intensa.
Generalmente, si se hace la intervención antes
de que el paciente tenga demasiada artrosis, se respeta el periodo de reposo y
se hace una buena fisioterapia el resultado suele ser muy bueno ó excelente.