LUXACIÓN DE ASTRÁGALO
Las luxaciones de astrágalo son lesiones muy poco comunes, y
menos frecuentes que las patologías del calcáneo, pero suelen tener un buen
pronóstico. Generalmente son producidas por traumatismos que implican una
torsión y la rotura de algunos ligamentos inter tarsales.
Los signos clínicos
más habituales son la cojera con inestabilidad en la región del tarso e
hinchazón de los tejidos blandos periarticulares.
En el diagnóstico son
necesarias las proyecciones habituales, pero también son útiles proyecciones de
estrés (aplicando tensión desde distintos ángulos) con el paciente sedado para
asegurarnos de que no hay otras lesiones asociadas.
Para ilustrar esta patología presento el caso de un gato
adulto, un macho de 5 años y 4 kg de peso que se escapó de casa y tres días
después volvió con una cojera de su extremidad posterior izquierda. Al realizar
las radiografías durante la exploración se obtienen las siguientes imágenes:
Hay una clara inestabilidad en la región del tarso izquierdo,
producida por una luxación del astrágalo.
Se hicieron bastantes más radiografías, para comprobar que
los ligamentos colaterales y las demás articulaciones del tarso estaban bien y
no se encontró nada más, por lo tanto, la única patología era una luxación del
astrágalo izquierdo.
Para la resolución del caso se planteó una solución
quirúrgica, mediante un abordaje dorso medial para reponer la luxación del
astrágalo y luego tenía varias opciones que luego comentaremos, pero opté por
colocar una placa dorsal desde el astrágalo al hueso central del tarso.
Veamos las radiografías de control post operatorio:
Tras la cirugía la movilidad del tarso había cambiado
totalmente, era mucho más estable y no había ya diferencias con la extremidad
normal.
El pronóstico de este tipo de cirugías es muy bueno y la
recuperación suele ser rápida.
Otras opciones terapéuticas incluyen la colocación de un
tornillo que entra por medial desde el astrágalo y se une al calcáneo, e
incluso podría ponerse un segundo tornillo en el hueso central del tarso y unir
ambos mediante un cerclaje.
Esta opción aparece como recomendada en la escasa
bibliografía que encontré sobre el caso y creo que es una buena opción, que
aporta solidez y sería útil en un perro de gran talla pero puesto que mi
paciente era un gato, el uso de una placa fue una solución más simple e
igualmente eficaz.