Fractura de tibia
Las
fracturas de tibia representan aproximadamente el 20% del total de las
fracturas de huesos largos que solemos atender en el servicio móvil de
traumatología, y como en todo tipo de fracturas, la dificultad depende del
número de fragmentos, de la posibilidad
o no de reducirlos y del espacio más o menos amplio del que dispongamos para
colocar los implantes.
De un modo
general, para que una fractura cicatrice, los objetivos siempre son los mismos:
reducción anatómica, fijación rígida estable y control de la infección, aunque
no necesariamente en este orden, especialmente si es una fractura contaminada.
En esta
ocasión, nuestro paciente era un joven yorkshire de 10 meses y 3,2 kg que fué
mordido por otro animal de mayor talla y le produjo la fractura de tibia y
peroné. Las fracturas producidas por mordiscos siempre se contaminan y
requieren un cuidado especial, y el paciente presentaba heridas en piel,
que se correspondían con un grado II en la clasificación de Gustilo y Anderson.
Ante una situación así, lo primero
es estabilizar al paciente, controlando que no hay alteraciones generales,
curando las heridas en piel, aplicando una antibioterapia agresiva que incluya
también protección frente a bacterias anaerobias, controlando el dolor e incluso
fijando parcialmente el miembro afectado con una férula y un vendaje que se
deben renovar con frecuencia para hacer las curas y controlar la evolución de
las heridas. Por supuesto, también será necesario hacer las radiografías
necesarias para diagnosticar la fractura, y comenzamos con una vista medio lateral:
Antes de hacer una evaluación, realizamos también la vista
antero posterior:
Tras ambas radiografías apreciamos una fractura diafisaria en
cuña, de su tibia izquierda y como suele ser habitual, hay también una fractura
del peroné, que no tiene significación clínica, y no suele tratarse.
Tras seis días de medicación y cuidados, la infección
empezaba a estar controlada, y llegó el momento de la cirugía para intentar la
reducción anatómica y la fijación rígida estable, mediante una placa para
tornillos de 2 mm, abordando la tibia por su cara medial. El problema era que
desde ese abordaje no era visible el gran fragmento en cuña que estaba en la
cara lateral y tratando de ser lo más respetuoso posible con los tejidos
blandos, evitando por tanto una disección amplia se intentó aproximar lo máximo
posible el fragmento en cuña, pues aunque no era imprescindible que la
reducción anatómica fuese perfecta sí que era necesario fijar ese fragmento, y
finalmente se colocó una placa de neutralización que aportaba la fijación
rígida estable necesaria para la cicatrización de la fractura.
En la siguiente foto se aprecia una imagen intraoperatoria de
la placa ya colocada en la cara medial de la tibia.
Es
importante destacar que en este tipo de abordajes deben respetarse siempre que
sea posible las ramas craneales de la vena safena medial, arteria safena y nervio safeno, tal y como se aprecian en la
imagen anterior, cruzando sobre la placa.
Y
finalmente, tras la cirugía, se realizan las radiografías de control que
permiten apreciar mejor el trabajo realizado en quirófano. Comenzamos por una
vista medio lateral:
Y luego se
hizo la vista antero posterior:
La
reducción no era exactamente perfecta, pero tenía una buena aproximación de los
fragmentos y la evolución fue muy favorable, de modo que a los dos días el
paciente estaba apoyando la extremidad y a la semana ya apenas cojeaba. La
aguja de Kirschner que se aprecia en la imagen fué necesaria para la reducción,
y luego me pareció que no era necesario retirarla pues completaba la fijación.