viernes, 28 de junio de 2013

Fractura de tibia

Fractura de tibia


Las fracturas de tibia representan aproximadamente el 20% del total de las fracturas de huesos largos que solemos atender en el servicio móvil de traumatología, y como en todo tipo de fracturas, la dificultad depende del número de  fragmentos, de la posibilidad o no de reducirlos y del espacio más o menos amplio del que dispongamos para colocar los implantes.

De un modo general, para que una fractura cicatrice, los objetivos siempre son los mismos: reducción anatómica, fijación rígida estable y control de la infección, aunque no necesariamente en este orden, especialmente si es una fractura contaminada.

En esta ocasión, nuestro paciente era un joven yorkshire de 10 meses y 3,2 kg que fué mordido por otro animal de mayor talla y le produjo la fractura de tibia y peroné. Las fracturas producidas por mordiscos siempre se contaminan y requieren un cuidado especial, y el paciente presentaba heridas en piel, que se correspondían con un grado II en la clasificación de Gustilo y Anderson.

Ante una situación así, lo primero es estabilizar al paciente, controlando que no hay alteraciones generales, curando las heridas en piel, aplicando una antibioterapia agresiva que incluya también protección frente a bacterias anaerobias, controlando el dolor e incluso fijando parcialmente el miembro afectado con una férula y un vendaje que se deben renovar con frecuencia para hacer las curas y controlar la evolución de las heridas. Por supuesto, también será necesario hacer las radiografías necesarias para diagnosticar la fractura, y comenzamos con una vista medio lateral:


fractura tibia perro



Antes de hacer una evaluación, realizamos también la vista antero posterior:


fractura tibia canino


Tras ambas radiografías apreciamos una fractura diafisaria en cuña, de su tibia izquierda y como suele ser habitual, hay también una fractura del peroné, que no tiene significación clínica, y no suele tratarse.

Tras seis días de medicación y cuidados, la infección empezaba a estar controlada, y llegó el momento de la cirugía para intentar la reducción anatómica y la fijación rígida estable, mediante una placa para tornillos de 2 mm, abordando la tibia por su cara medial. El problema era que desde ese abordaje no era visible el gran fragmento en cuña que estaba en la cara lateral y tratando de ser lo más respetuoso posible con los tejidos blandos, evitando por tanto una disección amplia se intentó aproximar lo máximo posible el fragmento en cuña, pues aunque no era imprescindible que la reducción anatómica fuese perfecta sí que era necesario fijar ese fragmento, y finalmente se colocó una placa de neutralización que aportaba la fijación rígida estable necesaria para la cicatrización de la fractura.

En la siguiente foto se aprecia una imagen intraoperatoria de la placa ya colocada en la cara medial de la tibia.



placa en tibia de perro


Es importante destacar que en este tipo de abordajes deben respetarse siempre que sea posible las ramas craneales de la vena safena medial, arteria safena y  nervio safeno, tal y como se aprecian en la imagen anterior, cruzando sobre la placa.
Y finalmente, tras la cirugía, se realizan las radiografías de control que permiten apreciar mejor el trabajo realizado en quirófano. Comenzamos por una vista medio lateral:


placa en tibia de perro


Y luego se hizo la vista antero posterior:


placa en tibia perro



La reducción no era exactamente perfecta, pero tenía una buena aproximación de los fragmentos y la evolución fue muy favorable, de modo que a los dos días el paciente estaba apoyando la extremidad y a la semana ya apenas cojeaba. La aguja de Kirschner que se aprecia en la imagen fué necesaria para la reducción, y luego me pareció que no era necesario retirarla pues completaba la fijación. 

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