Fractura doble
Aunque la
mayor parte de nuestros pacientes llegan al quirófano para resolver fracturas
simples en ocasiones atendemos a pacientes politraumatizados que presentan
varias fracturas a la vez, ó incluso puede ocurrir que vengan por una fractura
simple, pero en la exploración radiográfica aparezcan otras que inicialmente
habían pasado desapercibidas.
Y esto fue
lo que ocurrió con este paciente. Se
trataba de un cachorrito de labrador de tres meses y 11 kg que había sufrido un
atropello por su propio dueño al meterse debajo del coche cuando daba marcha
atrás y presentaba una fractura de tibia.
Comenzamos
el estudio radiográfico, en primer lugar
con la vista medio lateral:
Y luego se
realizó la vista radiográfica antero posterior:
Realmente
la primera imagen aportaba mucha más información respecto a la fractura de
tibia, pero no debemos limitarnos a la fractura sinó que debemos explorar toda
la extremidad y al hacerlo, nos encontramos con una sorpresa.
Es evidente
que este paciente presentaba una fractura diafisaria oblicua de tibia derecha,
pero había también una fractura fisaria del cuello del fémur, Salter Harris
tipo I, que apreciaremos mejor en la siguiente imagen:
Se
planificó la cirugía pensando que el paciente es un animal joven que crecerá
muy rápido en muy poco tiempo, por lo tanto necesita una fijación que pueda
soportar su peso ahora, pero que no se quede corta en dos o tres semanas cuando
el paciente haya incrementado
notablemente su peso.
Empezando por la fractura de tibia, se colocaron tres
tornillos tirafondos que estabilizaban la fractura oblicua y luego una placa
con seis tornillos que completaba la fijación.
Y
posteriormente se hizo el abordaje cráneo lateral a la cadera, tratando de ser
lo más respetuoso posible con los tejidos blandos, para reducir la fractura
fisaria y colocar tres agujas de Kirscher que estabilizaban la fractura, y
aunque fue un poco más difícil se hizo sin osteotomía del trocánter mayor del
fémur.
La
irrigación al fragmento proximal del fémur llega por vasos que atraviesan la
cápsula articular y no a través de la línea de crecimiento, por lo tanto la línea
de fractura no producirá necrosis avascular del fragmento proximal pero debemos
ser cuidadosos y hacer una incisión lo más pequeña posible de la cápsula
articular.
Tras la
cirugía, como viene siendo habitual, realizamos las radiografías de control. En
primer lugar presento la vista medio lateral de la tibia:
Y ahora una
vista antero posterior, que permite comprender mejor la colocación de los tornillos
tirafondos intercalados con los tornillos de la placa, y sin interferir con las
líneas de crecimiento:
Y
finalmente se realizó la radiografía ventrodorsal de la cadera, para comprobar
la reducción y el tamaño de las agujas:
Viendo la imagen me habría
gustado que las agujas no fuesen tan concéntricas, pero el tamaño era el
adecuado, al límite del hueso pero sin interferir con la superficie articular y
si el paciente guardaba el reposo suficiente, debería lograrse una buena
consolidación de la fractura.
Soy consciente
de que estas fracturas siempre tienen una evolución complicada, pues aunque la
cicatrización sea buena, radiológicamente
suelen verse diversos grados de artrosis con cuellos del fémur
adelgazados tipo “corazón de manzana” por lo tanto tenía un especial interés en las
radiografías de control, pero cuando al mes de la cirugía se le pidió que
viniese a revisión, el propietario nos dijo que su cachorro estaba caminando y
corriendo perfectamente y no necesitaba gastarse más dinero en hacer otras pruebas.
Reconozco que su respuesta me sorprendió y preocupó un poco, pero si el paciente estaba bien,
y el propietario estaba satisfecho con el resultado, tendré que aceptar que la
evolución fue la adecuada, aunque no tenga la radiografía para probarlo.
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